La delincuencia ha penetrado en el fútbol y por desgracia la hinchada azul ha hecho noticia por ello. Mientras tanto, el plan Estadio Seguro se pone riguroso a niveles insólitos. En síntesis, todos colaboran para que el fútbol se vaya al carajo. Las disputas internas de la barra han sido un penoso antecedente de este año 2012, y no ayuda en nada al exitoso momento institucional que un grupo de retrógradas prefieran ver el vaso medio vacío en una excelente gestión de Azul Azul.
¿Resultado? Sanciones, alejamiento de la familia, mal prestigio internacional (sí, mala fama, porque no es positivo para la U ser conocida en Sudamérica por delincuentes), y lo peor de hoy en día: medidas exageradas de parte del gobierno.
Aquí quiero detenerme un segundo para señalar que esta columna es un reclamo doble. El primero ya extendido hacia la tropa de delincuentes de camiseta azul que día a día sorprenden más por su escaso nivel de inteligencia, ya que aún intentan imponer su postura mediante la “choreza”. En serio: deténganse. Los que de verdad queremos ver a esta institución en alto no estamos de acuerdo con su actitud, imbéciles.
La segunda mitad de este texto va dirigido a otros mal enfocados. Personalmente como periodista no entiendo cuál es la idea de Cristián Barra y su staff del plan Estadio Seguro a la hora de decretar las nuevas medidas de la cuestionada estrategia.
Estoy completamente de acuerdo con la fiscalización rigurosa que permita dejar fuera a quienes no hacen más que dañar el fútbol chileno, sin importar su camiseta. Sin embargo, ¿dejar fuera bombos, papel picado, lienzos, banderas? ¿Prohibir que los hinchas se mantengan de pie? Señores, basta por favor.
Si creen que imitando fielmente el modelo europeo van a detener la violencia están equivocadísimos. La van a detener aprehendiendo a los delincuentes, apadronando y fiscalizando correctamente.
Lo que caracteriza al fútbol sudamericano es la festividad de su gente, la mística de un fútbol mucho más libre y creativo desde la cancha hasta las galerías que el del viejo continente, de carácter organizado y de mejor calidad en numerosos aspectos sin duda, pero ahí ya entran a jugar los millones; otro tema.
Por favor, no maten la magia del fútbol sudamericano. Quiten las bengalas que sirven para que irresponsables pierdan el norte. Veten de por vida a los delincuentes que cometen crímenes en las inmediaciones de un coliseo deportivo. Pero no hagan que las trompetas se callen, que los bombos se silencien y que las banderas pierdan el color. Así no hacen nada más que quitarle el encanto a una fiesta única en el mundo.