Incidentes en las galerías durante el duelo que la Universidad de Chile sostuvo frente a Wanderers han traído una serie de coletazos; tales como la imposibilidad de ir a jugar a Santa Laura en calidad de local por lo menos en el corto plazo, posibles multas de carácter económico y lo más grave, la posibilidad de que el superclásico del 30 de Abril se juegue sin público. Después de todo esto, ¿debemos aguantar de brazos cruzados que los antisociales sigan ensuciando esta institución?
Lo que sucedió el domingo en la cancha fue agradable para el hincha azul. Ese que canta partido tras partido, que alienta sin importar la circunstancia y goza cuando su equipo juega bien. También para los que por todo Chile siguen a través de la radio o la televisión el andar de la escuadra de sus amores. Cuatro tantos frente al siempre complicado Wanderers que hacían que nuevamente el 2º puesto estuviera en las manos del Romántico Viajero.
Sin embargo, hay algo que no está bien en este cuadro. Me refiero a todo lo que sucedía entre una manga de descriteriados de ambas barras, quienes no encontraron nada más simpático que manifestar su rivalidad lanzándose piedras y una serie de objetos contundentes, quebrando incluso un ventanal del estadio. El partido casi se suspende y finalmente todo acaba con esa sensación de que unos pocos pelotudos ensuciaron el nombre de dos respetables instituciones deportivas.
A mi me queda la duda gigante de si es necesario que aquellos hinchas que van a disfrutar del fútbol con tranquilidad deben aguantar esta situación en silencio. Ya es hora de que la nunca bien ponderada ley de violencia en los estadios sea aplicada con toda la fuerza que sea necesaria. Tiras una piedra a la cancha o a una barra rival y te quedas fuera del estadio a perpetuidad, así de simple. «Es que yo soy azul de corazón po’h he’manito!» dirá alguno. «AL CARAJO» debe respnder la justicia. Si formas parte de ese reducido grupo de neanderthales que no tiene la capacidad de darse cuenta que sus acciones desencadenarán serios problemas para la institución y sus seguidores, sencillamente no amas al equipo como lo aman los que alientan y disfrutan del espectáculo deportivo.
No estoy diciendo que no deben haber rivalidades, si al final, de eso se trata todo esto. Lo que me causa incomodidad es el hecho de ver que hay algunos que aún piensan que la grandeza se demuestra a golpes, balazos y acciones vandálicas.
No importa quién haya empezado todo, importa quiénes hayan estado involucrados; sin siquiera ser relevante el color de su camiseta. Todos los delincuentes deben ser castigados de la misma manera, porque gracias a ellos se alejan las familias de los estadios, se tergiversa el significado del fútbol y pagan justos por pecadores.
Ahora una de las sanciones más graves que se barajan es que la U juegue sus 2 próximos partidos de local sin público en el estadio, lo que alcanzaría a afectar a los duelos frente a Palestino y nada menos que contra Colo Colo. ¿Se imaginan un clásico sin banderas, cánticos, gritos de gol y algarabía en las gradas? Personalmente, ya me estoy haciendo la idea… Todo gracias a una serie de personajes detestables que nunca jamás han sido tomados en serio por la justicia de nuestro país.
Y esto pone nuevamente sobre la mesa el manoseado tema del estadio azul. ¿Con un recinto propio, sucederían estas estupideces? Quizás los primates que lanzaron las piedras el otro día repetirían su acto en una casa propia; sin embargo ahí sólo hay que agachar la cabeza porque existen esos estúpidos en la barra, y no habría que pedir perdón por estar destrozando casas ajenas.
Personalmente, estoy orgulloso de ser hincha de la U, sin embargo siento vergüenza de compartir el amor a la camiseta azul con delincuentes anónimos, que se esconden entre las masas porque probablemente en solitario no saben siquiera pronunciar bien un par de palabras. Espero que la ley les caiga con todo su peso, y que no pisen nunca jamás un estadio en su vida; sencillamente, porque eso es lo que se merecen.