Francamente imposible

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Foto: Patricio Gonzáles

El paso de Darío Franco por la Universidad de Chile tuvo su primer gran fracaso: eliminación en primera ronda de la Copa Libertadores luego de clasificar a octavos de final en todas las participaciones azules de los últimos 12 años. ¿Le quedó grande el buzo a Darío o aún es tiempo de redención?

 

Escrito por: Jaime Herrea Cifuentes

 

Año 2001, César Vaccia al mando de la Universidad de Chile bicampeona que debía participar de la Copa Libertadores, viejo anhelo entre los hinchas del Romántico Viajero. Cuento corto: seis partidos jugados, cuatro puntos obtenidos con sólo un triunfo, un empate y cuatro derrotas; es decir, balance absolutamente negativo. Lo cierto es que los años pasaron y con ello vino un calvo de baja estatura, semifinales en el certamen más importante de clubes de este lado del mundo, un título internacional magistralmente obtenido y desde aquella fatídica participación de principios de década, la U jamás quedó eliminada en primera ronda de la Libertadores… Hasta ahora.

Tras la partida de Sampaoli, la apuesta de Azul Azul fue clara: obtener mucho por poco, repitiendo el gran golpe del «hombrecito». Se contrató al desconocido Darío Franco, quien al igual que el hombre de Casilda, empezó débil, probando y tropezando. Válido: el tiempo de adaptación es algo al que todo técnico debe (o debiera) tener derecho. Ahora bien, en los cálculos de nadie (menos en los números de los encargados financieros de la doble A) estaba quedar fuera temprano de la Libertadores… Pero así fue. El partido con Deportivo Lara en calidad de visita hundió la última opción de la U de clasificar, y de una manera frustrante: la meta quedó a escasos metros, porque Olimpia se lució y goleó a Newells, dejando en manos azules golear a un equipo endeble, lo que no se logró. Ahora bien, no hay que mirar el último suspiro como el causante de la enfermedad mortal, porque todo empieza antes.

19 partidos al mando del primer equipo de la U parecen ser una cifra suficiente como para tener una oncena titular definida, pero Franco jamás ha repetido un equipo estelar en todo su paso por los azules. Todo esto sería justificado si los intérpretes fueran menos importantes que la sinfonía, es decir, que la idea de juego fuera clara y perfectamente ejecutable por todos los integrantes del plantel, sin embargo no es así. Desorientación, nula idea de juego, falta de contundencia, poca credibilidad, bajos rendimientos individuales producto de la intermitencia y escasa confianza del hincha son solo algunas de las consecuencias de una práctica insólita.

Si usted quiere ser paciente y cree que efectivamente la necesidad ha provocado que Franco varíe semana a semana su formación, perfecto, se lo concedo. Sin embargo, hay algo que no debiese soportar: la nula autocrítica y asimismo, la aceptación pública de estar absolutamente extraviado. Los errores deben ser asumidos: experimentar en el duelo frente Olimpia y por consiguiente perder la chance de clasificar por mérito propio no es “aprendizaje” como lo calificó el técnico en su momento, sino que es un fracaso con todas sus letras, porque la Libertadores era la gran apuesta del club para la temporada.

¿Era Franco la mejor opción para el banco azul? El tiempo ha demostrado que no, porque la dirigencia prometía logros que un hombre de poca experiencia difícilmente lograría. Es cierto, Sampaoli fue una apuesta exitosa y de inesperados alcances hasta para el más optimista de los hinchas, pero no siempre se puede creer en el azar. Parece ser que la única salvación de Darío es llevarse el título nacional, y ni siquiera la Copa Chile sería un bálsamo suficiente para lavar las heridas de la Libertadores. Francamente, ya es casi imposible que todo funcione, y como se pudo ver, a este técnico no le agrada la idea de romper con el esquema de lo posible.

La voz del hincha

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