Relato de un hincha en Brasil

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Fotoarena/Photosport

Acorralados e reiteradamente apaleados por la policía brasileña, así se vivió el encuentro entre la «U» y Corinthians desde la galería.


Fotoarena/Photosport

Viajar fuera de Chile a ver a la U nunca ha sido una seda, todos quienes algunas vez hayan salido del país sabemos de que se trata, pero lo de ayer en Brasil solo es comparable con lo que en algún momento se vivió en River en el 96′.

Desde las 17 horas ya habían varios azules en las cercanías del Arena Corinthians, donde supuestamente se venderían las entradas dos horas antes. De eso nada, como buenos sudamericanos todo comenzó más tarde de lo dispuesto.

Ya en la fila éramos muchos, avanzaba lento, pero avanzaba. Afuera algunos se tomaban una cerveza, otros cantaban, nada fuera de lo común, pero se vivía un ambiente tenso por los retrasos y la poca información que se nos entregaba. Al momento de entrar al estadio se hacía de 5 en 5. No podías entrar con una polera en la mano, pero si tenías una mochila si podías hacerlo. Cosas que solo se le pueden ocurrir a un policía.

Ya en el interior, en la previa del partido cayeron algunos proyectiles desde los hinchas del Corinthians, los que volvían de vuelta. Ya en ese entonces la policía entró a la galería para pegar, no a controlar, a pegar. Incluso a quienes estaban sobre sus asientos, no habían palabras solo golpes.

Durante el primer tiempo la cosa se veía más calmada, pero en el entretiempo se vivió lo peor. El estadio era algo similar a lo que es el Monumental, estaba bajo el nivel de la tierra. De la nada aparecieron unos 7 u 8 policías y varios tuvieron que retroceder. De un momento a otro todo se convirtió en golpes sin motivo aparente.

Empezaron a acorralarnos, volvieron las agresiones, hubo un intento de defenderse sin mayor efectividad, volaron un par de sillas, mientras los hinchas del Corinthians alentaban a la policía a agredirnos. La brutalidad con la que actuaban era indescriptible. Los golpes caían al que pasara, mujeres, hombres, incluso a algún niño. Todos estábamos aplastados.

El ensañamiento de sedó caer contra alguno que pedía calma, quienes fueron golpeados reiteradamente en el piso, incluso con palos en la cabeza. Era algo inimaginable.

Así a muchos nos sacaron del estadio, en una aparente calma de la policía que nos hacía un «callejón oscuro», donde pasabas y algún palo te llevabas.

Muchos nos perdimos de nuestros amigos, y solo nos pudimos reencontrar en las hostales. Otros tuvieron que ser trasladados a centros asistenciales con la cabeza rota, otros presos elegidos aleatoriamente por la policía. Relato esto recién llegado a mi hospedaje, aún con las pulsaciones altas. Quedarse con lo que hablan por la Tv es gratuito, no lo vivieron, no lo vieron. Un viaje que no se borrará fácil de nuestras memorias.

 

Relato anónimo

La voz del hincha

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