Columna de Lamen: Hombres de Negro

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“Tarjeta en mano, alza los colores de la condenación: El amarillo, que castiga al pecador y lo obliga al arrepentimiento; El rojo, que lo arroja al exilio”. Esta frase citada por el periodista y escritor uruguayo, Eduardo Galeano, define al único sujeto que entra y sale de una cancha de fútbol como villano: El árbitro. Y, como éstos están en el epicentro del desastre (¿Aburre la frase “en el ojo del

{mosimage}“huracán”?) es menester señalar que las desafortunadas actuaciones de los “hombres de negro” no son nada nuevo para el balompié nacional e extranjero y que, incluso, no están exentas de secuaces.

     Todo comenzó el sábado pasado; Católica enfrentaba a Colo Colo por la ida de las semifinales del Apertura. El juez de turno, Don Enrique Osses, fue el blanco predilecto de los insultos de los jugadores cruzados tras no cobrar una clara falta de Jorge Carrasco sobre Roberto Gutiérrez, y expulsar a Darío Botinelli, Albert Acevedo y Facundo Imboden (Nadie reclamó por el córner que le dio el empate a los de la franja). Para sintetizar, Osses no fue designado para dirigir las semifinales del torneo y es el centro de la nueva polémica contra el arbitraje (Mucho más importante que si sólo Zamorano y Salas guiaron a Chile a Francia `98 o no….)

     No es secreto de estado que los “referís” cometen equivocaciones jornada a jornada, sea por su falta de criterio o por la presión del público local.

     Para ponerlo en perspectiva, comparemos el arbitraje del fútbol con el del baloncesto “NBA”.

     En el balompié rara vez se habla de la “ventaja de localía”, pero en el básquetbol estadounidense es casi tan valioso como sacarse la lotería.

     Los cobros dudosos van constantemente al dueño de casa y, lo más grave, es que en EE.UU. están prácticamente acostumbrados a que esto ocurra. No por nada el ya ex-árbitro, Phil Donaghy, fue encontrado culpable de apostar en los encuentros que él dirigía (Lo cual es delito federal) y enfrenta veinticinco años de prisión.

     Es por esto que la ventaja de cancha no es un factor en nuestro deporte predilecto; Allá en el norte, al parecer, es mucho más que eso.

     Imagínese cómo estaría nuestro arbitraje si fuese como en el básquet “gringo”

     Bueno, volvamos a nuestra realidad futbolera.

     Pero, lo que no se ha dicho con mucha frecuencia en este debate es la participación de los jugadores (Esos que pueden entrar como héroes del césped y salir como villanos, o viceversa) para producir el desacierto arbitral.

    “En las divisiones inferiores de algunos clubes, te enseñan lo siguiente: Usted entra al área, “mijo”, y pesa diez kilos”, declaraciones del ex-azul Rodrigo Goldberg, en relación a la ya enfermiza y patética tendencia de los futbolistas a lanzarse y simular partido a partido para “venderle” al juez de turno, quien muchas veces cede a la tentación de decir “sí, compro”.

     Esa mal llamada “viveza” lleva a los profesionales de las mallas y los arcos a tener la reputación de tener dos empleos en uno: Futbolistas y actores.

     Recuerdo, a modo de anécdota, la semifinal de las Olimpiadas de Atlanta 1996. Se enfrentaban Brasil y Nigeria. Los africanos levantaron un 3-1 adverso para derrotar a los, en ese entonces, actuales campeones del mundo. Pero lo que más rememoro es a un jugador brasileño (No recuerdo cuál) fingir tan descaradamente una lesión para hacer tiempo ante el embate de los morenos que, tras abandonar la cancha en camilla, miró al árbitro y entró inmediatamente al campo corriendo…..justo en el gol del empate de los nigerianos. Llámenlo como quieran, pero justicia se hizo en aquél momento.

     Son escasas y, a menudo, muy aplaudidas las ocasiones en que el árbitro saca una cartulina amarilla e, incluso, expulsa al futbolista-actor por simular dentro del área, pero el efecto inverso se da cuando el último se “hace” el agredido, siendo descalificado el supuesto agresor, quien no hizo más que darle una “caricia” que pareció más un gancho de Mike Tyson en la quijada.

     Ésta es la mezquindad que ha alcanzado el fútbol, pero quienes finalmente pagan las culpas son los ya mencionados “hombres de negro”, no los millonarios que también visten pantalón corto y calcetas largas.

    No me mal interpreten; la suspensión de Osses en las semifinales es un buen augurio de que se puede llegar a tomar conciencia de las gruesas y, a menudo, definitorias equivocaciones en las que cae el “referee”.

    Pero, lo que sí parece poco ético es usar al juez como “chivo expiratorio” del futbolista.

   El tribunal de disciplina (Sí, el mismo que pasó a Deportes Concepción de pelear “playoffs” a pensar en salvarse del descenso el segundo semestre y que casi deja a la “U” eliminada) debería tomar serías cartas en este asunto; no sólo un escupitajo o una expulsión deben ser considerados para sancionar a un jugador.

   La ventaja tecnológica que nos proporciona la televisión es la mejor herramienta a usar para finalizar con el martirio de los jueces, como el desafortunado Enrique Osses, y comenzar a castigar a aquéllos que también deben “pagar el pato” por el penal que no fue o el gol mal anulado.

   Para finalizar, dirigirme a usted, fanático no sólo del fútbol, sino del deporte en general: No se acostumbre a que el hombre de silbato se equivoque; No diga “es lo que hay”; No aplauda al jugador que se “tiró el piscinazo”; Exija más no sólo del juez, sino del futbolista que defiende la camiseta de su equipo; No se quede con la frase “en la guerra todo vale”; Si idolatra más a nuestros vecinos argentinos, también sea crítico con su manía de simular (¿Recuerda a Wolfgang Stark?). Quizás así se pueda contribuir a mejorar nuestro deteriorado y endeudado balompié……….

La voz del hincha

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