El martes recién pasado la “U” visitó La Florida, y su gente, como siempre, se hizo presente en masa. Fuimos testigos de varios hechos lamentables en las gradas. Dos hinchas cayeron desde el sector norte de la tribuna Andes a la cancha, sufriendo lesiones, y teniendo que ser evacuados en ambulancia a un centro asistencial. En la galería norte se vio una pelea con elementos cortopunzantes, y desde el mismo sector se aventaron diversos proyectiles a Nicolás Peric, arquero de Audax Italiano. En resumen, un mal ejemplo de comportamiento de algunos hinchas, con consecuencias sobre sí mismos, sobre otros hinchas, sobre un jugador y a fin de cuentas, sobre el partido en sí.
Por Daniel Albornoz
Secretario Asociación Hinchas Azules.
Nada nuevo bajo el sol, desde fines de los ’80 que se dan eventos de este tipo en los estadios, desde los ’90 que se hacen diagnósticos y se establecen soluciones desde las leyes, desde el 2011 que el Ejecutivo se propuso coordinar esfuerzos, y se han ido “perfeccionando” las leyes específicas para estos eventos. Cabe destacar que han pasado 25 años al menos que el foco de la prensa y de diversas autoridades está puesto en esto, con los resultados a la vista.
En particular, evaluemos un punto que resulta, a mi entender, clave. El Estado diagnosticó enfáticamente, una y otra vez, que los ilícitos, los hechos de violencia, y todos los males de este mundo estaban ligados a la organización de hinchas. El mal decantaría naturalmente de las relaciones que mantienen los hinchas en torno, por ejemplo, a llevar un bombo (o cualquier set de instrumentos musicales para animar al equipo y a la hinchada misma) a los estadios. “Se mata la perra, se acaba la leva”, dijo alguna vez un dictador chileno, inspirado en el orden portaliano. Inspirados en las mismas concepciones de vida social, los que manejan el Estado en nuestra década han apuntado a matar la organización de hinchas, para que se acaben los problemas conductuales. En concreto, se prohibió el ingreso del bombo a galería para evitar la organización que ello conllevaba.
Pues bien, ¿han disminuido los ilícitos? A las Sociedades Anónimas, uno que les duele particularmente es la falsificación y reventa de entradas. Quien acude a los estadios puede ver que siguen habiendo revendedores, muchos de ellos ni siquiera identificados con los clubes convocados al partido. Incluso, las SA dan la pauta de los ilícitos sobrevendiendo eventos de alta convocatoria, como fue el caso de Blanco y Negro SA para el partido de Colo Colo vs Universidad de Chile del pasado 19 de octubre 2014. ¿Han disminuido las riñas en los estadios? Bueno, este martes vimos, nuevamente, que no. ¿Ha dejado de invadir la cancha o subirse a lugares peligrosos ciertos barristas? A todas luces, no. ¿Han dejado de lanzar proyectiles a la cancha los hinchas? Pregúntenle a Nicolás Peric.
¿Matando la perra, se acabó la leva? No. ¡Diantres!
Personalmente, y tal vez por deformación profesional, prefiero citar a Einstein que a Pinochet: “locura es seguir haciendo lo mismo y esperar resultados diferentes”. Cuando la evaluación de un plan de acción no da resultados, es tal vez hora de replantearse el plan.
Por ejemplo, si yo fuera autoridad, me interesaría profundamente saber si esos hinchas que se cayeron recibieron alguna vez alguna información, alguna preocupación, alguna invitación bien dirigida hacia la prevención. Me gustaría saber si a quienes lanzan objetos se les ha dado la opción de no estar enajenados en los estadios. Me pregunto, sinceramente, si esperamos que sacando el bombo (o con los otros focos del plan Estadio Seguro) vamos a obtener un cambio.
Ahondemos un poquito más: qué cambio queremos, hacia dónde se apunta.
Las autoridades lo tienen claro, apuntan a la represión, al control, a reducir el espacio social y a vulnerar el espacio individual con amedrentamiento y palos. Es decir, dividir, asustar, traumar. Me recuerda, tristemente, a las “estrategias pedagógicas” de hace cien años. Hoy, afortunadamente, ya nadie, o casi nadie, cree que golpeando a los niños se los educa, nadie cree que obtener una disciplina aparente, un silencio sepulcral, un orden estricto, mediante la aplicación de golpes de varilla, gritos y humillaciones, sea una forma eficiente de formar a los más pequeños. Sin embargo, dichas aberraciones son exactamente las que se practican en los estadios, buscando el mismo resultado: un silencio sepulcral, un orden estricto, mediante el miedo a la autoridad y el control abusivo aplicado sin criterio.
Si en educación comprendimos que el objetivo no es la disciplina aparente, sino la disciplina interior de cada individuo, aprendimos después de generaciones que a palos y a punta de traumas estábamos cultivando la violencia intrafamiliar, de género y a todo nivel en la sociedad, si entendimos que era mejor propiciar las buenas prácticas más que sancionar las malas prácticas, entonces ¿por qué en los estadios seguimos creyendo en las mismas barbaridades de antaño?
Hay que sacarse el velo portaliano de una vez, comprender que los hinchas somos arte y parte en esto, y que si no se cultiva un espacio común adecuado desde la promoción de la cultura, jamás vamos a cosechar buen comportamiento social. Démosle la chance al individuo de desarrollarse grupalmente, y tal vez obtengamos un grupo sano. Podemos aprovechar nuestra propia cultura, esa del bombo, del canto, de las banderas, del colorido, de la fiesta, de la unidad de la gente en torno al apoyo a su club, y ponerla al servicio de nuestra propia autoeducación. Podemos fortalecer nuestros espacios sociales, para obtener una sociedad autorregulada. Fracturándolos, solo vamos a obtener más y más hechos lamentables.
Luchar contra la violencia de la autoridad, a la vez que luchar contra el desmembramiento interno de nuestra comunidad, es tarea titánica y en la práctica, imposible. No dejaremos nunca de trabajar en fortalecer en lo posible la organización interna de las y los Hinchas Azules. Pero en la contraparte, les digo a ustedes, señores Intendente y Subrogante, señores Orrego y Morales: están muy equivocados cuando esgrimen que la solución es que la “U” no lleve público de visita. En vez de ello, trabajen de una buena vez con la(s) comunidad(es). No echen la basura debajo de la alfombra, ni tiren por la borda la oportunidad de proponer, alguna vez, otra forma de ver y vivir el espacio público. Nos merecemos todos algo mejor que eso.