«Volteretas en el cielo», por Nacho Márquez

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A punta de goles y amor a esta camiset, el "Bombero" se ganó el cariño y respeto de toda la gente azul en la imborrable campaña que nos devolvió los títulos después de 25 años- Foto: Gonzalo Escanilla
A punta de goles y amor a esta camiseta, el «Bombero» se ganó el cariño y respeto de toda la gente azul en la imborrable campaña que nos devolvió los títulos después de 25 años- Foto: Gonzalo Escanilla

Nos miramos al espejo y nos sentimos como la Cenicienta. Nos preguntamos la razón y solo nos nace una vocal como respuesta. Aún estamos masticando una dolorosa derrota y dentro de ese dolor, un ejercicio sanador resulta ser la memoria. Volvemos con la imaginación y el recuerdo a esos momentos gratos que nos ha regalado la vida. Nos aferramos a ellos, y como a los humanos las fechas nos ponen más sensibles, terminamos pensando en un grande, uno que estuvo en tiempos de gloria, algarabía y desenfreno.

Le pido, señor lector, que entrecierre sus ojos. Acuérdese de los números rojos en la espalda de la camiseta Chilectra, acuérdese de ese año mágico, de esas lindas tardes llenas de azul y rojo, banderas, bombos, humo y fuegos artificiales. Evoque ese momento de comprar las entradas en las boleterías del estadio, del jamón-y-palta, piense en todos los abrazos que le dio a personas desconocidas solo por celebrar un gol de la U. Reviva, por favor, viejos amores, caminatas, previas, nervios y ansias. Finalmente, lo invito a que repita en su mente estos nombres: Vargas, Cossio; Delgado, Mora, Castañeda, Fuentes, Traverso, Abarca, Guevara, Ponce; Musrri, Víctor Hugo, Valencia, Aredes, Rodríguez, Mardones, Romero; Goldberg, Jara y Salas.

Falta un nombre. Usted, querido lector, sabe quién me falta, estoy seguro de que se extrañó por el nombre no mencionado, y se estará preguntando qué me llevó a cometer tal desfachatez, semejante ingratitud. Déjeme aclararle antes de que se enoje y abandone esta lectura, que lo he hecho a propósito. Sí, lo omití a propósito, no lo olvidé de casualidad. Lo hice para que quien lea estas páginas lo traiga al primer plano de sus imágenes y sonría al ver proyectada esa voltereta.

Yo alcancé a conocer niños que se pasaban al estadio con la única esperanza de ver un gol de él, no tanto por la conquista o el resultado, sino por la celebración que le acompañaba. Es que para los que vibramos con el equipo mágico a principio de los 90, esa pirueta era más que alegría, era un condimento ideal para resaltar el dulce sabor de un gol de la U. Ojo que no era solamente la pirueta la forma de celebrar de este tipo, también empuñaba su mano y la subía hasta su hombro en ese gesto inequívoco de la misión cumplida. Sus volteretas nos llevaron en gran medida a tocar la copa después de un cuarto de siglo de sufrimiento deportivo. Sin ese complemento, quizás Marcelo Salas habría tenido más dificultades en su despegue goleador. Sin su astucia, podría haberse complicado todo aún más. Sin el “Bombero”, quizás hubiéramos tenido que esperar otro par de años.

La vida no se hizo para ser justa, y estamos en ella solo de paso. Las circunstancias, o las casualidades, o vaya uno a saber qué, te sitúan en lugares inesperados, donde de un momento a otro todo da un giro inesperado. Los que quedamos acá tenemos el deber de mantener los recuerdos y traspasarlos a los que vendrán después de nosotros, y la misión de buscar justicia. Porque él ya cumplió, y estoy seguro de que en el cielo hay una cancha con el pasto recién cortado, con las líneas marcadas, con redes finas tejidas por ángeles, con una pelota lustrosa y con un árbitro justo e imparcial. Y tengo plena certeza de que esa cancha, de vez en cuando, el Bombero Ibáñez la llena de magia y alegría, con un gol y una voltereta. Misión cumplida.

La voz del hincha

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